martes, 18 de noviembre de 2014

Todos somos de piedra / ¡Ayotzinapa somos todos!

Miguel G. Galicia
…Y retiembla en su centro la tierra. Los tambores emiten poderosos latidos que rebotan en la cara del Palacio de Bellas Artes. Machacón, el tum-tum-tum de las baquetas hacen vibrar no sólo las manos que las sostienen, sino también las de los observantes, quienes registran con las nuevas tecnologías esa música, las imágenes y los clamores que al unísono arengan: "¡Ayotzinaaaaa-pa Vive!... ¡La Luuuucha sigue!".


De piedra. Sus caras son de piedra. Las caras de los estudiantes que conforman la Banda de Guerra de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, son pétreas. Inmóviles los ojos, miran nada, el infinito les arrobó la atención. Su mirada sin vida, sin alma. Dice G.: "Sus almas se las robaron junto con sus 43 compañeros", desaparecidos ese 26 de septiembre en que el alcalde del municipio de Iguala, José Luis Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda, en el estado mexicano de Guerrero, dio la orden a su fuerza policial de detenerlos, llevárselos y luego entregarlos al crimen organizado. Y nada se ha sabido de ellos, ni vivos ni muertos desde entonces. Hay videos que dan cuenta de que se los llevaron en camionetas de la policía. "¡Porque vivos se looos llevaaaron… vivoooos los queremos!


Jóvenes que estudian para ser maestros en aquella escuela mejor conocida como Ayotzinapa están presentes en la explanada del edificio blanco, construido con mármol blanco; importado de la italiana Carrara. El día cambia de atuendo. Un pequeño mitin precede a la música, a la danza tradicional que vendrá a reafirmar lo que se hace en Ayotzinapa, en todo la entidad. Allí se pide a quienes participamos a no cejar en la lucha, a seguir apoyando ese movimiento que ya no tiene freno.


Uno de los alumnos citadinos que se han sumado a esta Jornada Cultural por Ayotzinapa explica qué sucede —desaparecieron a sus hermanos—, qué desean —su presentación con vida—, qué anhelan —un México donde haya justicia—.


Por un breve instante regresamos a nuestras escuelas: Nos acomodan los profes que presiden el acto: "¡Vamos pueblo, por favor háganse para atrás!, ¡Entiendan la situación!, ¡Necesitamos que se hagan para atrás para que los que están atrás vean mejor!, ¡Siéntense", ¡Háganse para atrás o quieren que yo los vaya a acomodar!"… La respuesta viene de las filas de atrás, de chamaco malcriado: "¡Qué regañón maestro!". Risas. Obediencia a la voz cantante. "Este acto es para que todos vean que nosotros los de Ayotzinapa también hacemos cultura. No somos delincuentes, como han querido hacer ver muchos medios de comunicación. No somos vándalos…"

Inicia la Banda de Guerra. Todos ataviados de blanco. Sin gestos en los rostros. Manos de movimientos firmes, ágiles. Son como cualquier mexicano, con la piel del color la tierra. En sus carnes y complexión se nota que han pasado hambre —ninguno de los integrantes pasa de 1.60 mts de estatura—, Guerrero es uno de las entidades federativas del país con mayores rezagos sociales.


Según el Informe Anual sobre la situación de pobreza y rezago social 2014: La incidencia de la carencia por acceso a la alimentación fue de 39.4%, es decir una población de 1,382.3 miles de personas. (Curioso que estas dos líneas hayan sido colocadas al final de la primera página de tal informe, sin embargo desde ahí iluminan el resto de los indicadores). Datos oficiales indicaron que en 2010 Guerrero tenía una población total de 3,389 millones.


Los chicos, quienes no rebasan los 25 años de edad, siguen tocando. Y hacen evoluciones mientras golpean la piel de sus tambores: Se agrupan, marchan, giran, forman una estrella. Suben a uno de ellos y lo cargan mientras resuena con más fuerza el tum-tum-tum. Laten con fuerza al unísono esos y los corazones de quienes desde acá se rebelan a las injusticias.


Las luces artificiales que bañan el recinto cultural más importante del país apenas alcanzan a iluminar este acto solidario. Los curiosos se detienen. Pasan de largo. Muchos aún se buscan la vida entre las bolsas, otros acaso un descanso de sus propias vidas. Un puñado de ciudadanos atestiguamos este esfuerzo por hacer ver que esta contienda no ha terminado aún.


Un respetuoso silencio se replica. Sólo las miradas parecen dejar en el ambiente un ligero sonido al rozar el aire. Esta Ciudad Puta sopla su vaho de madre a sus hijos heridos —los propios y entenados—. Las ratas de ciudad que como el que escribe se han movilizado con los hijos de la sierra, de la tierra de los pueblo originarios. Unidos todos en pos de evitar por lo menos que tragedias como la de Ayotzinapa se repitan.


Luego de leer y releer el Informe Anual sobre la situación de pobreza y rezago social 2014 y de saber datos como: en Guerrero el 60.6% de viviendas no tienen lavadora (y cómo si ni con agua potable cuentan); el 53.8% de personas de 15 años o más tienen educación básica incompleta; el 45.8% de personas no son derechohabientes a servicios de salud; ¿refrigeradores en las viviendas? (¿de verdad eso miden las autoridades a la hora de hacer cuentas de calidad de vida?) sólo el 26.8%; viviendas sin excusado o sanitario 19.5%; porcentaje de población de 15 años o más que es analfabeta: 16.7%... sólo queda una frase que grita uno de los normalistas que dejó su tierra para venir a buscar justicia a la capital: "Nos quieren desaparecer. Cada año el gobierno nos quiere desaparecer. Y cuando egresamos y vamos a pedir trabajo en las escuelas, nos dicen que no, que no hay lugares"…


Seguirán bailes regionales de alumnos de escuelas normalistas que se han sumado a este evento. El público se apretuja para evitar los navajazos de las bajas temperaturas. Nadie habla. Todos aguardan como si de piedra estuvieran hechos. Como si en un acto de medusismo los músicos de la Banda de Guerra de Ayotzinapa los hubiesen convertido en roca. Pero aún las rocas se pueden mover, y si se mueven todas al mismo tiempo se puede crear una avalancha.


Sin alma y la mirada perdida, este que escribe se marcha tristeza en mano; emprende el regreso a su vida diaria sintiendo en el fondo de la lava fría de su mole un ligero calor, solidaridad, amor por el otro, le llaman algunos…



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