jueves, 19 de mayo de 2022

Elena Poniatowska : Los escritores y los pintores son vedettes

A propósito de sus 90 años de vida, recuperamos esta entrevista, como un homenaje, con la autora concedida en 2011, dos años antes de ganar el Premio Cervantes a propósito de su novela que le valió recibir el Premio Biblioteca Breve de ese mismo año, que entrega la editorial Seix Barral

A sus 90 años Elena Poniatowska (1932) luce plena y vital; vaya esta entrevista —solo en minucias, y en la cabeza— con la ganadora del Premio Cervantes 2013, publicada en “Asomarte”, sección cultural del diario El Gráfico-El Universal; sección que a la postre, desaparecería


Imagen tomada del diario El Gráfico / Foto: Archivo /Agustín Salinas

Miguel G. Galicia

Para llegar a la entrevista con Elena Poniatowska he tardado unos cuantos años, más una hora y media de camino. Su casa es tan luminosa como su mirada celeste. Su sonrisa hace juego con su voz y ya frente a frente comparte de sus chocolates. Son las 11 del día y el sol escamotea su prodigio... “Un taxista me dijo que él cuando tenía frío, agarraba una barrita de chocolate e inmediatamente se le olvidaba el frío”.


Tomo ese que parece contener semillas y acierto. La charla resulta de largo aliento, pero ella nunca da muestras de enfado. El pretexto de esta reunión es su más reciente novela, la cual ha sido reconocida con el Premio Biblioteca Breve 2011 que entrega la editorial Seix Barral.


“Elena Poniatowska construye una figura femenina turbadora en la que se encarnan los sueños y las pesadillas del siglo XX”. El jurado se ha expresado así de Leonora, un retrato que hace de la mujer que quiso ser yegua y que cuando desafiaba a todo y a todos repetía incansable para darse fuerza, “caballo, caballo, caballo...”: Leonora Carrington.


Y la plática sobre ese texto y sus motivos dirigen sus pasos —como si tuviera vida propia— hacia ese lugar que ha creado, y que suma una imagen más a ese rompecabezas que es la pintora de origen inglés.

Foto tomada de: https://mujeresbacanas.com/la-narradora-de-mexico-elena-poniatowska-1932/


—¿Para qué sirven los premios?

—Bueno son un aliento enorme, para seguir adelante, son un reconocimiento también. Detrás de cada premio hay horas y horas, y días, y noches de trabajo y escritura. No se ganan de un día para otro. Y viene de España, en donde participan escritores de varios países.


Por momentos, los ojos de Elena buscan algo en el techo, y me gusta pensar que mientras lo hace, hurga en su memoria que es como un estanque de aguas apacibles, en el que pesca recuerdos de todo tipo, desde recuerdos de colores y otros con espinas y dientes de piraña.


“Creo que un premio en realidad llega en el momento en que haces una novela. Yo nunca he ganado un premio por trayectoria. Mira el (Premio) Rómulo Gallegos, fue por la novela que se llamaba ‘El tren pasa primero’, y el Alfaguara, en el año en que murió mi mamá, y por eso me parece muy doloroso, fue por ‘La piel del cielo’”.


Agrega que esa, “La piel del cielo, fue por la vida de un científico mexicano, porque siempre a los científicos no se les reconoce y se les tiene mucho más escondidos, al lado de los escritores y de los pintores que son mucho más vedettes, desde la época de Diego Rivera de Frida Kahlo”.


Siempre periodista, relata cómo su ojo crítico le ha ayudado a discernir dónde hay una buena historia para contar. “‘El tren pasa primero’ en realidad está basada en Demetrio Vallejo, que fue un líder popular oaxaqueño, espléndido, que tampoco se le ha reconocido. Y yo tuve la oportunidad de visitarlo en la cárcel, de platicar con él, que me contara su vida; sólo que nunca la escribí en el momento en que él me lo decía; porque él quería que yo nada más hablara de sus discursos que para mí eran aburridos, y yo quería hablar de sus mujeres porque él era muy mujeriego. Ya después recogí la novela, 20 años después”.


La escritora revela cómo hilvanó esta historia a la cual, dice, no se atreve a llamarle biografía, y que confeccionó con los retazos de tela/vida que ha ido recogiendo a través del tiempo con Leonora, su amiga, y que ambas han creado de momentos compartidos.


“¿Cómo empiezo esta novela?, no sé; yo creo que a partir de mi propia niñez, porque fíjate que con Leonora tú no te puedes sentar así como estás frente a mí, y haces las preguntas; ella no las acepta; no le gusta, se siente juzgada, se siente en el banquillo de los acusados. Bebes té, platicas, entonces le dices: ‘Fíjate Leonora que yo de chiquita montaba a caballo y me caí’; entonces ella te dice: ‘Ayyy, yo también, yo también tuve un pony, que se llamaba Black Bess, estaba gordísima porque no quería galopar’. Entonces así le sacas información...”.

Foto tomada de: https://www.jornada.com.mx/2011/02/08/cultura/a07n1cul



—Esa es una forma de reportear...

—Es una forma de llegarle a una gente, que le empieces a contar lo tuyo y le dices: ‘Fíjate que yo me enamoré muchísimo’; entonces dice: No, cada amor es distinto. Yo me enamoré de Max Ernst, después me enamoré de Chiqui Weisz. Debe haber una cercanía y que ella también quiera escucharte, porque a lo mejor le vale wilson, le importa un cacahuate tus cosas, pero como la amistad es de hace muchos años... Entonces ambas tenemos algo que nos une, que son los antecedentes europeos.


Y uno de esos peces/fragmentos memoriosos le brinca del garfio y el sedal vibra. “¿Cuánto tiempo me llevó escribirlo?, no me acuerdo. Le tupí los últimos meses, le di duro”.


La respuesta la da de manera inconsciente, al describir que el proceso de recabar esos fragmentos de su amiga, le llevó mucho tiempo. “Eso empezó hace muchísimos años, pero yo ni sabía que iba a escribir un libro, porque a mí me interesaba lo que ella tenía que contar”.


Al final Elena Poniatowska, testiga de mil vidas; reportera de tiempo completo y escritora oficiosa de vida completa, piensa que “se pueden hacer muchas biografías sobre Leonora y que se van a hacer, claro”. A la mujer cuyas piedras lapislázuli se avivan en su rostro, cada que mira los retratos de sus nietos, rechaza que su relación con la pintora haya cambiado de alguna forma con la escritura de este libro. “No, nada (ha cambiado), nada más ella sabe que soy su amiga y que la quiero”.


Imagen tomada del diario El Gráfico / Foto: Archivo /Agustín Salinas


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