viernes, 12 de junio de 2020

Arde la memoria: Rolling Stones en The Vault Hampton Coliseum, 1981


Miguel G. Galicia

Han pasado unas horas desde que bajé del avión y al fin he logrado llegar al The Vault Hampton Coliseum de Virginia para ver a Los Rolling Stones. Al llegar me sacudo la nieve y el enfado. Olvidé mi acreditación, pero mi credencial de reportero me salva. El equipo de seguridad me permitió presentarme, y me franquea la entrada. Noche de suerte. Antes de ingresar a donde están los miembros de la banda, el tiempo se detiene; respiro hondo, cruzo la puerta y descubro las entrañas de este mundo antes del concierto de su disco Tattoo You.

Unos niños toman fotografías con cámaras como de juguete. Los músicos fuman, beben, y sonríen ante mi cámara. Me han dicho que puedo grabar lo que quiera pero tengo cinco minutos.

Recorro el recinto, y me llaman la atención dos cosas: no hay tantas mujeres como hubiera imaginado, ni se ve a nadie consumiendo drogas, como me habían dicho.

Mick Jagger enfundado en un traje lila, tenis blancos y camisa con estampado de hojas de palma, realmente a la moda, se contonea frente a un espejo sin marco. Realiza estiramientos y calentamientos musculares, brinca en su lugar.

Es poco el tiempo que me han concedido para registrar este momento, por ello, hago anotaciones mentales rápidas. Pergeño varias pero comparto esta que pinta a la banda:

En medio círculo charlan amenamente Bill Wyman y Ron Wood, pero Jagger rompe, literal, la formación, solo con acercarse.

La voz y guitarra de sus Satánicas Realezas, pasea por el lugar su escuálida figura; habla con sus compañeros pero siempre como con cierta autoridad, sin llegar a ser grosero o descortés pero como se le habla a los empleados de menor jerarquía. Musita algo al oído de Wyman mientras voltea de reojo a mi cámara, y hace un gesto de ¿hartazgo? Pocos lo miran de frente, es más, podría pensarse que Keith Richards, lo elude, al entregarle una bebida que aquel se sirve, luego de alejarse unos metros y bebe, indiferente.

Me hacen un favor al echarme porque ya va a dar inicio el concierto. Los músicos se asoman y observan el ambiente que hierve a grito lento. El estadio, con voz propia, es una bestia legendaria que espera a los dioses. Yo regreso a mi hotel, esperando dormir lo más pronto posible para regresar a mi casa. Es 18 de diciembre de 1981, y aún falta comprar los regalos de Navidad. Pienso en eso mientras en la radio se escucha Start Me Up.







Léase con las reservas pertinentes pues este texto es, uno de varios, ejercicio de memoria, crónica-ficticia-lúdica-mágica-musical
Obvio el link y las fotos las tomé de Youtube e internet: https://mail.google.com/mail/u/0/?tab=rm&ogbl&pli=1#search/juano%40jornada.com.mx/FMfcgxwCgfsLcmxGlVpchSgjQJhcSmhR?projector=1


Foto tomada de: https://www.rnz.co.nz/national/programmes/sunday/audio/2018725928/the-rolling-stones-were-never-the-same-band-after-altamont
Crédito de foto: Beth Bagby

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